miércoles, 2 de diciembre de 2009

10 años juntos

10 años juntos, amor. Y mejor cada día.
Teníamos que encontrarnos para que los malos momentos que nos ha tocado vivir no lo fueran tanto. No, si estamos juntos. No, si estoy contigo, amor.
Y para que los buenos hayan sido los mejores de mi vida.
Besos compartidos. Siempre juntos. Siempre contigo. Te quiero, Luis.

9 Comments:

angela said...

Hola|Que relato tan bonito ;Una istoria de amor, cuando hay amor hay vida.PRECIOSO...
Te agradesco tu visita en mi blog ahora estoy seguir tu blog quero visitar mas....
Un abraso

Juanma said...

Se me escapó comentar tu entrada anterior, pero no ésta. ¡¡¡Enhorabuena a los dos!!! Suena tan bonito cómo lo dices...¿Y sabes que también hace diez años que Lola y yo nos conocemos? (algo menos desde que estamos juntos, pero más coincidencias).

Besos gordos a los dos.

Unknown said...

Preciosa la dedicatoria.
Os deseo muchas décadas mas juntitos.

Besos guapa

maria said...

Enhorabuena y como ya te dije en el post anterior os deseo que esta sea la primera decada de las muchas que celebreis juntos y felices. Un beso

MFe said...

Enhorabuena otra vez!!! y que sigais así muchoooo tiempoooooo.

Un beso.

Maitasun said...

Mi más sincera enhorabuena... espero que algún día yo también pueda hablar así alguna vez de mi pareja después de muuucho tiempo

MAYTE said...

Precioso, os deseo todo lo mejor del mundo.

Besos.

Lisset Vázquez Meizoso said...

...miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites. —¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? —le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

—Toda la vida —dijo.”

El amor en los tiempos del Cólera. (Gabo)

Juanma said...

Sí, grandísimo final el de ese libro. Tanto como su principio y aquel efecto que era inevitable: el olor de las almendras amargas
siempre le recordaba el destino de los amores contrariados.

 
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